EL CURRILUCUM DE THERESA
Sentados ya en esta mesita pequeña de madera laqueada color caoba y en unos pequeños taburetes incómodos, empezó un interesante monólogo sobre quién era esta mujer que tomada la iniciativa y controlaba totalmente la situación de este furtivo encuentro.
A sus 29 años, Theresa tenía una carrera culminada en Psicología dos maestrías; una en psicología comunitaria y otra en Cognición, Aprendizaje y Desarrollo en la Pontificia Universidad Católica del Perú, y un doctorado en Ciencia del Comportamiento Orientado al Análisis de la Conducta en la Universidad de Guadalajara en México en el Centro de Estudios e Investigaciones en Comportamiento. Varios diplomados y cursos de todo tipo sobre el mismo tema: “El entender el comportamiento de las personas”; sin embargo, a pesar de tan increíble currículum no había trabajado en ningún lugar y por lo que parecía, tampoco lo iba a hacer ya que no lo necesitaba; por lo menos no por ahora.
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Experimentaba constantemente con las personas en función a las teorías que ella estudiaba; atacaba la zona de confort de cualquiera y muy atenta apreciaba las reacciones y las asimilaba de manera muy intuitiva. Ella decía que jamás se equivocaba en los juicios que devenían de estos diagnósticos tan personalizados.
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Es así como empezó esa amistad, se generaron un sin número de momentos tan divertidos, como extraños. Alberto trataba de entender aquellas expresiones que llegaban entre bromas y situaciones propias del rol que cumplía esta muchachita que pertenecía a la asociación sin fines de lucro Flora Tristán, y que se mostraba muy atrevida ante un extraño que había conocido en la cola de una sanguchería capitalina.
Norteña de nacimiento de la capital de Lambayeque; vivió el mayor tiempo con su padre quien radicaba en Lima que era el dueño de empresas dedicadas al rubro inmobiliario; esporádicamente viajaba a Tacna donde vivía su mamá que toda su vida la dedicó a la crianza de sus hijos y ahora se encuentra en una especie de retiro voluntario; ahora aprovecha sus vacaciones para poder regresar a aquella ciudad que le permitió estudiar en lugares tan interesantes como Toulouse Lautrec (que fue el último instituto en el que estudio) y que por cierto dejó porque le aburrieron algunas de las materias.
Era extraño que Theresa, con todas las condiciones propias de una terapeuta que necesita escuchar a su "caso de turno" para poder deducir su comportamiento, no haya parado de hablar de ella y de su vida. Aunque valgan verdades a Alberto solo le dio pinceladas sobre ella; lo demás Él lo pudo sacar esa noche del internet al momento de entrar al “Facebook” y “linkedin” de ella revisando el registro de todo su curriculum vitae y de sus viajes al extranjero.
El solo escuchaba, asentaba con la cabeza y sonreía cada vez que el ego de Theresa empezaba a hincharse de manera desmedida. En buena cuenta, Alberto no se sentía como un estudio más, sino como un nuevo amigo que conoció Theresa... (continuará)…